Final de viaje (4): Callado reemerge
El cuento de un cuento falsamente atribuido a Cortázar y publicado en una revista venezolana en 1994. Parte 4: Callado emerge de su silencio, se incorpora al chavismo, y reconoce sus plagios.
¿Cómo creó Callado un cuento apócrifo de Cortázar? ¿Cómo enfrentó el reto de fingir un estilo? Por fortuna, no tengo que especular sobre su procedimiento. Callado lo divulgó durante sus años de funcionario chavista1.
De hecho, debemos a la Revolución Bolivariana que Callado emergiera de un silencio de nueve años y confesara sus fechorías de imitador. Después de que Callado se incorporó al chavismo, empezó a actuar como si su nueva posición —que le daba acceso a privilegios que sus viejos adversarios estaban perdiendo— lo hiciera inmune a las críticas que habían hundido su carrera. Al sentirse protegido, Callado por fin admitió que copiaba a otros, se atrevió a hablar de sus métodos, y empezó a describir su deshonestidad artística como otra instancia de una búsqueda estética.
Callado emerge de su silencio
Después del escarnio público al que lo sometió Cabrujas en 1991, después del naufragio presupuestario que le infligió el CONAC en 1994, Callado guardó silencio el resto de los noventa. No tuve más noticias de sus fechorías en esos años; mis amigos profesores de literatura no saben mucho más. El profesor González Barreto me dice que entre 1995 y 2002 Callado recibió crédito como editor en algunas revistas culturales, culturosas, literarias, y de alta costura, incluyendo un crédito recurrente en La Moda del Día –una revista en papel satinado con fotos a todo color de supermodelos en ropas que uno sólo podía encontrar en el Country Club de Caracas–. Pero Callado no publicó nada. Parecía haber abandonado sus imposturas de autor y sus engreimientos de artista. Nadie sabía de él y, que yo sepa, nadie lo extrañaba.
Hasta que el chavismo le revivió las ambiciones de autor y la sed de notoriedad.
Cuando Callado reapareció en 2003, muchas cosas habían cambiado. Pocos recordaban Brújula, o las críticas de Cabrujas2, o las sospechas contra Callado por corrupción, o la denuncia de dos autores famosos por atribuirles cuentos que no escribieron. El poder político también estaba cambiando. Chávez controlaba la presidencia y, desde el 2000, el chavismo controlaba la Asamblea Nacional. Los actores culturales que habían ninguneado a Callado estaban perdiendo el control de las instituciones culturales y del dinero que el gobierno les asignaba. Nuevos agentes culturales conectados con el chavismo los estaban desplazando. Uno de ellos era el hermano Villegas que había trabajado en Brújula3.
Callado aún poseía un agudo instinto oportunista, y vio en ese cambio político una oportunidad única. En 2003 se reconectó con Villegas. Nadie sabe de qué hablaron, o qué pruebas de fidelidad le pidieron los miembros de la élite chavista, pero Callado pasó de desdeñar la revolución cubana y burlarse de las discusiones políticas a publicitar su entusiasmo por la Revolución Bolivariana y elogiar a Fidel. Primero recitó su devoción en el "Foro del Cambio" de VTV sobre cultura y revolución, donde declaró4: "La Revolución Bolivariana ofrece una plataforma verdadera para transformar no sólo el poder político sino para transformar también el acceso popular a la cultura". Luego escribió un artículo para Abre Brecha, una nueva "revista del poder cultural popular" financiada por el gobierno, donde declaraba su fidelidad al chavismo5: "La Revolución Bolivariana es la esperanza más grande que se asoma en el horizonte para los pueblos oprimidos de nuestra pobre América Latina".
No sé qué pruebas de fidelidad le pidieron a Callado, pero infiero que publicar en Abre Brecha fue una de sus penitencias. Hay razones para sospechar que Callado no la eligió por su cuenta. El director de la revista era su viejo enemigo, el poeta Luis Antonio Parodi, y la animosidad entre Callado y Parodi había sobrevivido los cambios políticos. Los dos tenían una historia de atacarse y evitarse: salían de cualquier lugar donde encontraban al otro, evitaban publicar en los mismos medios, y no cesaban de mencionarse con inquina. Dada la ojeriza mutua, ¿por qué Parodi habría de ofrecer las páginas de Abre Brecha a Callado, y por qué Callado habría de aceptarlas?
Sólo se me ocurre una explicación. Los obligaron a reconciliarse, o por lo menos a aparentar una reconciliación. No sé si recibieron órdenes explícitas o implícitas, pero las órdenes existían y las conocían todos los chavistas. Venían directamente de Chávez.
Callado estaba tratando de insertarse en el chavismo en el último trimestre de 2003, una época turbulenta para Chávez. El presidente venía de sobrevivir el golpe de Carmona de 2002 y la huelga petrolera de 2002-2003, y ahora estaba tratando de sobrevivir un referendo revocatorio durante una ola de descontento con su gobierno. Después del intento golpista, Chávez se sentía inseguro, y sospechaba de la capacidad y firmeza militante de incluso sus seguidores más cercanos; por eso decidió abrirle las puertas de Miraflores al G2 cubano, que explotó la situación para cultivar aún más su inseguridad y su paranoia. Así lo recordaba un ex miembro de la sala situacional6, identificado como Andrés por el periodista Rory Carroll:
El golpe de 2002, dijo Andrés, le dio el empujón final en los brazos de Fidel. “Fue justo después de que pasó. Los cubanos tomaron el control”. Una mañana Andrés descendió a la sala y se encontró con unos tipos cubanos hablando rápido. Eran sus nuevos jefes. El G2, el servicio de inteligencia cubano, había frustrado innumerables complots contra Fidel durante décadas. Estaba entre los mejores del oficio. Por el contrario, la sala del comandante no había logrado anticipar el golpe. Los cubanos pensaban que Andrés y sus colegas eran ineptos o desleales. Él les correspondía. “¡El desastre que hicieron! Tazas de café por todas partes, siempre comiendo algo, migas en los teclados. Eso lo podía aguantar. Pero luego vi su estrategia: aislar a Chávez del público, manipularlo, alimentar su inseguridad, encontrar evidencia de complots de asesinato, de traiciones. Hacerlo paranoico”.7
“Perdí la fé en este proyecto hace mucho tiempo. Muchos la hemos perdido”, agregó Andrés8. Andrés calló, dejó la sala situacional, y se quedó en una sinecura de PDVSA. Pero muchos otros se estaban saliendo o por lo menos dudando del proyecto. Y el G2 lo sabía.
Así que en octubre de 2003, cuando Callado era uno de los que querían entrar al chavismo, Chávez desconfiaba de muchos; quería probar lealtades y poner en su lugar a los descreídos, a los escépticos, a los detractores, y a los posibles signatarios de la petición para el referendo revocatorio. A estos últimos ya los había amenazado en el Aló Presidente del 12 de octubre de 2003 con quedar “registrados para la historia” —una amenaza que eventualmente se convirtió en la Lista Tascón.
Chávez también quería poner en su lugar a sus compañeros de ruta. En una situación política precaria, lo irritaban incluso los desacuerdos mezquinos de sus militantes más fieles: celos, rivalidades, zancadillas políticas, competencias por posiciones de poder, o simples ojerizas como la existente entre Callado y Parodi. Poco toleraba cualquier división interna, por pequeña que fuera. Así que decidió mandar un severo mensaje de unidad a sus militantes enfrente de toda la nación, increpándolos en su Aló Presidente del 19 de octubre de 2003. En esa alocución, hablando directamente a la cámara, Chávez dijo:
Me han dicho por ahí que algunos de los compañeros que nos acompañan andan como gatos en techo 'e zinc, arañándose y mordiéndose y despertando a los vecinos. Mira qué vergüenza. Lo que yo le tengo que decir a estos compañeros es que nosotros no somos gato 'e callejón. La Revolución Bolivariana no puede tener estas peleas, porque nuestra revolución es una revolución del amor, con amor de todos y para todos y entre todos. Aquí nos queremos todos. Así que los que andan peleándose mejor aprenden a quererse, porque gente sin amor no tiene lugar en una revolución bonita.
La semana siguiente a esta advertencia, Callado publicó su primer artículo de fervor revolucionario en el Nº 7 (octubre de 2003) de Abre Brecha: “Porque sí podemos hacer el reino de este mundo”. Lo precedía un párrafo firmado por Parodi que exaltaba “la decisión de Pedro Pablo Callado de incorporarse a la avanzada cultural bolivariana”. Los dos habían intercambiado insultos y sido enemigos intelectuales por casi dos décadas; ahora se elogiaban en público.
Al parecer, este gesto no convenció a todos. Los dos tuvieron que continuar su teatro de la reconciliación en los números 8 y 9 de la Abre Brecha. En el número de noviembre, Callado publicó el poema “Victoria” —de su libro Agua Helada— y fue sometido a una larga entrevista que Parodi tituló “El arte de escribir como otros”. En el de diciembre, Callado publicó dos piezas: su propio artículo doctrinario, “La imitación íntima como ejercicio de estilo”, y un “texto de prosa musical” titulado “Figuraciones”.
Su panegírico de la revolución bolivariana en el Nº 7 fue sólo su carta de presentación al chavismo, un requisito para ser admitido en el club. Pero las cuatro piezas que le permitieron en los números 8 y 9 (la entrevista, el poema, el artículo sobre su doctrina de la imitación, y su ejercicio de “imitación íntima”) fueron tanto una confesión de parte como un reto a sus enemigos literarios y políticos.
En los noventa Callado ocultaba y escamoteaba sus trucos. Ahora los explicaba, los promocionaba, los mostraba en primer plano. El poema “Victoria” era una imitación evidente y confesa de “Derrota”, del maestro Rafael Cadenas. “Figuraciones” era una copia línea por línea —como Callado mismo la presentaba— de una pieza de Jorge Luis Borges. En la entrevista, Callado dilucidaba su doctrina de la imitación, trataba de vindicarla como parte de un proyecto estético, y —en un momento de descuido— confesaba que había escrito un texto “al estilo de ‘El río’, un cuento de Cortázar”. El artículo sobre la “imitación íntima” era una mera justificación para publicar una copia de Borges.
Callado estaba inventado una nueva voz, una nueva persona autoral que reivindicaba sus andanzas de falseador pero que se parecía mucho a la vieja. Mientras el chavismo estaba tratando de reescribir la historia del país y convertir sus pillerías en nuevos mitos patrióticos, Callado se conformaba con reescribir su biografía y convertir sus pillerías en nuevos mitos personales.
Callado persiguió otra recompensa más concreta con los textos publicados en Abre Brecha. Los usó para insertarse en una vida cultural de la que lo habían expulsado los que ahora estaban perdiendo sus privilegios. Después de este episodio, pasó a formar parte de las filas oficiales del chavismo.
Dudo que Callado y Parodi hayan llegado a reconciliarse —y mucho menos a quererse, por mucho que lo ordenara Chávez—. Pero su teatro de la reconciliación debe haber sido convincente. Los dos pasaron la prueba. Sus jefes los dejaron en paz, y nunca más los obligaron a hablar en público.
También se dejaron en paz mutuamente por doce años, mientras los dos pertenecían al chavismo. Sólo después de Callado cayó en desgracia, Parodi se atrevió a condenarlo por su “traición a los valores de la Revolución Bolivariana”.
Pero no es ésa la parte de la historia que quiero contar ahora. En la próxima entrega de esta serie, usaré la entrevista y el artículo publicados en Abre Brecha para presentar las ideas de Callado sobre la imitación y clarificar sus comentarios sobre Cortázar. Comprender esto permitirá a contrastar “Final de viaje” con textos similares del autor argentino y comparar ambos estilos.
Como bono, también publicaremos los textos de “Victoria” y de “Figuraciones”. Son meras curiosidades, dos muestras de las fechorías literarias cometidas por Callado después de su incorporación al chavismo. Creo que no carecen de interés.
Quiero agradecer al profesor Oscar González Barreto la valiosa ayuda que me prestó para continuar esta historia. Sin los materiales que puso a mi disposición, no habría podido escribirla. Con la generosidad que lo caracteriza, encontró en la biblioteca de su universidad los números relevantes de Abre Brecha, y me envió fotocopias de los textos que cito en este artículo. También me orientó en la labor de conseguir transcripciones del “Aló Presidente” del 19 de octubre de 2003, que también cito.
El periodista Ramón Navarro me contó que a fines de octubre de 1995, poco después de la muerte de Cabrujas, vio a Callado en el Gran Café con una botella de vino caro en su mesa. Navarro le preguntó qué estaba celebrando. Callado respondió: “Me estoy tomando una a nombre de Cabrujas”. Navarro asegura que lo dijo con una sonrisa, que no había nada de pesar en sus gestos.
La historia de la lucha por el poder en las instituciones culturales es detallada en "The Fight for the Cultural Power during the Bolivarian Revolution: 2000 to 2005", escrito por Jamie Contreras y publicado en Journal of Public Policy, Luskin School of Public Affairs, UCLA, 2007, págs.17-43. El artículo menciona a Villegas como "a behind-the-scenes operator who used his political influence to steer budgetary decisions to either hurt his political enemies or benefit his political acolytes and friends" (p.29). Callado aparece en una nota a pie de página como ejemplo de uno de esos amigos que "received an unspecified but large amount of subsidized dollars (dólares preferenciales) for a vague literary project that advanced the careers of Bolivarian hanger-ons but didn't advance any cultural projects for the public" (p.41)
“Foro del cambio: revolución y cultura popular”. Venezolana de Televisión, 30 de septiembre de 2003.
Callado, Pedro Pablo: “Porque sí podemos hacer el reino de este mundo”. Abre Brecha. Octubre de 2003. Nº 7, págs. 11-17.
La sala situacional de 2003 (ha habido otras desde entonces) tenía un aura de misterio que Chávez cultivaba. Carroll explica que su labor era más bien mundana: unas quince personas leyendo los medios impresos y archivando noticias, otras monitoreando la televisión, todo para crear expedientes de gobernadores, alcaldes, y figuras de la oposición. Carroll, Rory. Comandante: Hugo Chávez’s Venezuela. New York: The Penguin Press, 2013. P.97.
The 2002 coup, said Andrés, provided the final push into Fidel’s arms. “It was right after that it happened. The Cubans took us over.” He descended into the sala one morning to find strangers with rapid-fire Cuban accents. His new bosses. Cuba’s intelligence service, G2, had thwarted countless plots against Fidel for decades. It was among the best in the business. The comandante’s sala, in contrast, had failed to anticipate the coup. The Cubans considered Andrés and his colleagues inept or disloyal. He reciprocated. “The mess they made! Coffee cups everywhere, always munching something, crumbs on the keyboards. That I could put up with. But then I saw their strategy: seal Chávez off from the public, manipulate him, nourish his insecurity, find evidence for assassination plots, of betrayals. Make him paranoid.” Carroll, p.99-100.
“I lost my faith in this project a long time ago. A lot of us have.” Carroll, p.100.